5 jun 2013

En Australia se vive como en ningún sitio. En España, pues también. Pero depende del sitio.


La OECD, también conocida como "el Club de los Países Ricos" (se ve que la UE ya no merece ese calificativo), ha publicado recientemente un estudio de los de "verdad verdadera" para anunciarnos una lista bien ordenada de los mejores países en los que vivir. Como era de esperar en los tiempos que corren, los países del llamado "Sur de Europa" no salen bien parados, y lugares como Grecia o Portugal ya se encuentran mas cerca de Brasil o de Chile que de Austria o Alemania. España, por su parte, no sale tan mal parada a pesar de la angustiosa realidad del paro masivo. A diferencia de nuestros primos (de riesgo) mediterráneos, España se salva de la quema en el ranking por su modo de vida "comunitario". En otras palabras, según la OECD parece que de lo poco positivo que queda en un país arrasado por la crisis, es la sensación que existe de que uno aún puede confiar en las personas de su entorno.

Tal vez la idea sea correcta: al fin y al cabo, todo indica que es este sentido de solidaridad entre las personas lo que ha frenado la aparición de un estallido político y social de consecuencias mas amplias. Los españoles pueden confiar en sus amigos, pero por desgracia, queda mucho por hacer para confiar en los políticos e instituciones del país.


Otro dato relevante de este estudio de la OECD se encuentra en la confirmación, una vez mas, de Australia como el mejor país en el que vivir. Si, Australia, ese lugar "del Sur" que solemos rodear en los mapamundis con un círculo rojo para señalar que es "del Norte", como si ser un país del Sur y altamente desarrollado fuese incompatible.

Independientemente de si a uno le apasionan los canguros o el surf, para la OECD el país-continente es el mejor lugar para vivir por la simple razón de que no se puede decir nada malo del mismo: si uno mira las categorías individuales, Australia tan sólo destaca en relación a su asentada cultura cívica, pero a diferencia de España, no presenta taras tan graves como la del desempleo.

En cualquier caso, el valor que uno como individuo le pueda otorgar al ranking de la OECD visto como indicador de felicidad es relativo. Ni éste ni el algo mas disparatado indicador de Felicidad Nacional Bruta nos darán las claves sobre nuestra utopía particular, por la simple razón de que la felicidad no se puede cuantificar. Pero mas aún, como en cualquier estadística, es demasiado fácil cometer alguna que otra falacia. Hay sistemas y sistemas, pero en cualquiera de ellos hay gente que está arriba y gente que está abajo. Aunque lo diga la OECD, la ONU o el Consejo Intergaláctico, Iñaki Urdangarín y compañía estaban hasta hace poco encantados de vivir en España. 

La felicidad, ya se sabe, es algo relativo. Es decir, depende de relacionarse con la gente adecuada, como hizo Don Iñaki.


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